Quizá no os habéis dado cuenta, si no eres escritor, de la cantidad de cosas que los escritores nos fijamos cuando vamos a escribir, y más ahora con la formación que tenemos a mano en canales gratuitos como son los blogs o youtube (o podcast como el mío: Mundos Fantásticos)
Uno de los lugares donde más bebemos para inspirarnos es en la pantalla (tanto la grande como la pequeña). Y es que el que vive de las historias, le da un poco gual
1. Porque está comprobado
Los de marketing dirían que el producto está verificado. Vamos que han utilizado estructuras similares durante años (casi podría decir siglos) y han comprobad qué funciona y qué no. Y no me refiero a clichés, sino más bien a tropos, a estructuras y a los gustos de la sociedad del momento
Muchos conoceréis la estructura «Save the cat», pues adivina qué… es una estructura pensada para cine. ¿Y qué me dices del famoso libro de «El diálogo» de Robert McKee? Escrito de cara a los guiones y una biblia para los escritores.
2. Porque son historias
Como decía antes, las historias siempre son historias. No nos interesan solo porque el worldbuilding sea chulo o porque el personaje sea carismático. Nos llenan el corazón porque nos transmiten un mensaje que nos interpela. Un personaje consigue superar una dificultad y eso nos inspira. Nos ayudan también a comprender mejor la realidad.
Antes se reunían alrededor del hogar para intercambiar estas historias, era algo comunitario. Ahora que nos hemos vuelto más independientes, leemos las historias en los libros, pero nos encanta comentarlas, ver qué nos ha llamado la atención. Sabemos cuáles son los
3. Porque está orientado al público
Como escritores anhelamos escribir lo que nos dé la gana, ya sea popular o no. Eso está bien. Está genial, de hecho, es muy terapéutico. Sin embargo, no todo interesa a los espectadores. Y el cine se nutre de lo que la gente se gasta en taquilla (ahora la gente se lo gasta más en merchandising y plataformas de visión de series y películas, pero mismo da). Una película requiere un pressupuesto altísimo (incluso la más barata), al contrario que un libro. Un libro se puede escribir en tu tiempo libre, una película no. Tan solo piensa en los datos, alquiler de cámaras y luces, pago a todo el personal detrás de cámaras (camarógrafos, estilistas, vestuario, luces, dirección, producción, actores), catering, alojamientos, alquileres de espacios, creación de escenarios, publicidad… Un coladero de dinero. Así que si la película no tiene opciones de recaudar dinero, no se hace. Las productoras solo hacen películas que tienen ciertas garantías de, como mínimo, recuperar el dinero invertido.
Todo está pensado para que el público se encandile y quiera aflojar el bolsillo. A veces los escritores nos olvidamos de esa parte, de que tenemos que vender. Y para vender hay que gustar. De hecho, hace falta mucho más, pero primero hay que gustar. A veces nos empeñamos en crear historias que nos gustan a nosotros, pero al resto no le impactan. Y queremos que los lectores vengan a nosotros como las moscas a la miel.
Y no es tan fácil, ¿verdad que no?